martes, 20 de agosto de 2013

Decreto de Muerte para todos los que no honren el Domingo sino el Sabado

El blanco de Satanás: destruir a todos los observadores del sábado


Dice el gran engañador: [...]. “Nuestra principal preocupación consiste en silenciar a esa secta guardadora del sábado [...]. Dispondremos finalmente de una ley para exterminar a todos los que no se sujeten a nuestra autoridad”.—Testimonios para los Ministros, 472-473 (1884).


Es el propósito de Satanás hacer que sean extirpados de la tierra, a fin de que nadie pueda disputar su supremacía en el mundo.—Testimonios para los Ministros, 37 (1893).


Se hará pasar por gran prueba y angustia a la iglesia remanente. Los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús sentirán la ira del dragón y sus huestes. Satanás considera al mundo como sus súbditos. Ha obtenido el control de las iglesias apóstatas, pero hay un pequeño grupo que resiste su supremacía. Si pudiera borrarlos de la tierra, su triunfo sería completo. Así como influyó sobre las naciones paganas para destruir a Israel, así en el cercano futuro incitará a los poderes malvados de la tierra para destruir al pueblo de Dios.—Testimonies for the Church 9:231 (1909).


Argumentos usados contra el pueblo de Dios


Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas. Estas enfurecieron a los malvados contra los justos, pues los primeros pensaron que habíamos atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si podían raernos de la tierra, las plagas se detendrían.—Primeros Escritos, 36 (1851).


Cuando el ángel de la misericordia pliegue sus alas y parta, Satanás cometerá las acciones impías que por largo tiempo ha deseado hacer. Tormenta y tempestad, guerra y derramamiento de sangre: él se deleita en estas cosas, y así reúne su cosecha. Y los hombres serán engañados por él en forma tan completa, que declararán que estas calamidades son el resultado de la profanación del primer día de la semana. Desde los púlpitos de las iglesias populares se oirá la declaración de que el mundo está siendo castigado debido a que el domingo no es honrado como debiera serlo.—The Review and Herald, 17 de septiembre de 1901.


Se demandará con insistencia que no se tolere a los pocos que se oponen a una institución de la iglesia y a una ley del Estado; pues vale más que esos pocos sufran y no que naciones enteras sean precipitadas a la confusión y anarquía. Este mismo argumento fue presentado contra Cristo hace mil ochocientos años por los “príncipes del pueblo” [...]. Este argumento parecerá concluyente.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 673 (1911).


Muerte para todos los que no honren el domingo


Se promulgó un decreto para matar a los santos, lo cual los hizo clamar día y noche por su libramiento.—Primeros Escritos, 36 (1851).


Así como Nabucodonosor, el rey de Babilonia, emitió un decreto por el cual todos los que no se postrasen y adorasen su imagen serían muertos, de la misma manera se proclamará que todos los que no reverencien la institución del domingo serán castigados con prisión y muerte [...]. Que todos lean cuidadosamente el capítulo 13 de Apocalipsis, porque afecta a todo ser humano, grande o pequeño.—Manuscript Releases 14:91 (1896).


El tiempo de angustia está por llegar para el pueblo de Dios. Será entonces cuando se promulgará el decreto prohibiendo comprar o vender a los que guardan el sábado del Señor, y que los amenazará con castigos, y aun la muerte, si no observan el primer día de la semana como día de reposo.—En Lugares Celestiales, 346 (1908).


Unidos los poderes de la tierra para hacer la guerra a los mandamientos de Dios, decretarán que todos los hombres, “Pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos” (Apocalipsis 13:16), se conformen a las costumbres de la iglesia y observen el falso día de reposo. Todos los que se nieguen a someterse serán castigados por la autoridad civil, y finalmente se decretará que son dignos de muerte.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 662 (1911).


La ira del hombre se despertará en forma especial contra aquellos que santifican el sábado del cuarto mandamiento; y al fin un decreto universal los denunciará como merecedores de muerte.—La Historia de Profetas y Reyes, 376 (1914).


Decreto de muerte similar al que emitió Asuero


El decreto que se promulgará finalmente contra el pueblo remanente de Dios será muy semejante al que promulgó Asuero contra los judíos. Hoy los enemigos de la verdadera iglesia ven en el pequeño grupo que observa el mandamiento del sábado, un Mardoqueo a la puerta. La reverencia que el pueblo de Dios manifiesta hacia su ley, es una reprensión constante para aquellos que han desechado el temor del Señor y pisotean su sábado.—La Historia de Profetas y Reyes, 444 (1914).


Vi después que los magnates de la tierra consultaban entre sí, y Satanás y sus ángeles estaban atareados en torno de ellos. Vi un edicto del que se repartieron ejemplares por distintas partes de la tierra, el cual ordenaba que si dentro de determinado plazo no renunciaban los santos a su fe peculiar y prescindían del sábado para observar el primer día de la semana, quedaría la gente en libertad para matarlos.—Primeros Escritos, 282 (1858).


Si el pueblo de Dios pone su confianza en él [el Señor] y por fe depende de su poder, los ardides de Satanás serán derrotados en nuestro tiempo tan notablemente como en los días de Mardoqueo.—The Signs of the Times, 22 de febrero de 1910.


El remanente hace de Dios su defensa


“Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está por los hijos de tu pueblo: y será tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente hasta entonces: mas en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren escritos en el libro”. Daniel 12:1. Cuando llegue ese tiempo de angustia, cada caso se habrá decidido, ya no habrá tiempo de gracia ni misericordia para el impenitente. El sello del Dios vivo estará sobre su pueblo.


Este pequeño remanente, incapaz de defenderse en el mortífero conflicto con las potestades de la tierra mandadas por la hueste del dragón, hace de Dios su defensa. Ha sido promulgado por la más alta autoridad terrestre el decreto de que adoren a la bestia y reciban su marca bajo pena de persecución y muerte. ¡Dios ayude entonces a su pueblo! porque ¿qué podría hacer sin su ayuda en un conflicto tan terrible?—Joyas de los Testimonios 2:67 (1882).


El pueblo de Dios huye de las ciudades; muchos son encarcelados


Cuando el decreto promulgado por los diversos príncipes y dignatarios de la cristiandad contra los que observan los mandamientos, suspenda la protección y las garantías del gobierno y abandone a los que tratan de aniquilarlos, el pueblo de Dios huirá de las ciudades y de los pueblos y se unirá en grupos para vivir en los lugares más desiertos y solitarios. Muchos encontrarán refugio en puntos de difícil acceso en las montañas [...]. Pero muchos seres humanos de todas las naciones y de todas clases, grandes y pequeños, ricos y pobres, negros y blancos, serán arrojados en la más injusta y cruel servidumbre. Los amados de Dios pasarán días penosos, encadenados, encerrados en cárceles, sentenciados a muerte, algunos abandonados adrede para morir de hambre y sed en sombríos y repugnantes calabozos.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 683-684 (1911).


Por más que un decreto general haya fijado el tiempo en que los observadores de los mandamientos puedan ser muertos, sus enemigos, en algunos casos, se anticiparán al


decreto y tratarán de quitarles la vida antes del tiempo fijado. Pero nadie puede atravesar el cordón de los poderosos guardianes colocados en torno de cada fiel. Algunos son atacados al huir de las ciudades y villas. Pero las espadas levantadas contra ellos se quiebran y caen como si fueran de paja. Otros son defendidos por ángeles en forma de guerreros.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 689 (1911).


Los hijos de Dios no estarán todos en un mismo lugar en este tiempo. Estarán en diferentes grupos y en todas partes de la tierra; y serán puestos a prueba individualmente y no por grupos. Cada uno deberá soportar la prueba por sí mismo.—Comentario Bíblico Adventista 4:1165 (1908).


La fe de los miembros de la iglesia será probada en forma individual, como si no hubiera otra persona en el mundo.—Comentario Bíblico Adventista 7:994 (1890).


De nada valdrán casas y tierras


En el tiempo de angustia, de nada les valdrán a los santos las casas ni las tierras, porque entonces tendrán que huir delante de turbas enfurecidas, y en aquel entonces no podrán deshacerse de sus bienes para hacer progresar la causa de la verdad presente [...].


Vi que si algunos se aferraban a sus propiedades y no preguntaban al Señor en qué consistía su deber, él no se lo hará conocer y les permitirá conservar sus propiedades, pero en el tiempo de angustia estas se levantarán delante de ellos como una montaña para aplastarlos, y ellos tratarán de deshacerse de ellas, pero no podrán [...]. Pero si ellos desean que se les enseñe, él les hará saber, en tiempo de necesidad, cuándo y cuánto deben vender.—Primeros Escritos, 56-57 (1851).


Ahora es demasiado tarde para aferrarse a los tesoros mundanales. Casas y tierras innecesarias pronto no serán de beneficio para nadie, porque la maldición de Dios descansará más y más pesadamente sobre la tierra. Llega la invitación: “Vended lo que poseéis, y dad limosna”. Lucas 12:33. Este mensaje debiera hacerse llegar fielmente a los corazones de la gente, para que la propiedad de Dios les pueda ser devuelta


Como el tiempo de angustia de Jacob


Finalmente se expedirá contra todos los que santifiquen el sábado un decreto que los declare merecedores de las penas más severas y autorice al pueblo para que, pasado cierto tiempo, los mate. El romanismo en el Viejo Mundo y el protestantismo apóstata en la América del Norte actuarán de la misma manera contra los que honren todos los preceptos divinos. El pueblo de Dios se verá entonces sumido en las escenas de aflicción y angustia descritas por el profeta y llamadas el tiempo de la apretura de Jacob.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 673 (1911).


Por lo que ven los hombres, parecería que los hijos de Dios tuviesen que sellar pronto su destino con su sangre, como lo hicieron los mártires que los precedieron. Ellos mismos empiezan a temer que el Señor los deje perecer en las manos homicidas de sus enemigos. Es un tiempo de terrible agonía. De día y de noche claman a Dios para que los libre [...]. Como Jacob, todos luchan con Dios. Sus semblantes expresan la agonía de sus almas. Están pálidos, pero no dejan de orar con fervor.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 688 (1911).


La experiencia de Jacob durante aquella noche de lucha y angustia representa la prueba que habrá de soportar el pueblo de Dios inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo. El profeta Jeremías, contemplando en santa visión nuestros días, dijo: “Hemos oído voz de temblor: espanto, y no paz, [...]. hanse tornado pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él: tiempo de angustia para Jacob; mas de ella será librado”. Jeremías 30:5-7.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 199 (1890).


Los justos no tienen culpas escondidas que revelar


En el tiempo de angustia, si el pueblo de Dios conservase pecados aún inconfesos cuando lo atormenten el temor y la angustia, sería aniquilado; la desesperación acabaría con su fe y no podría tener confianza para rogar a Dios que le


librase. Pero por muy profundo que sea el sentimiento que tiene de su indignidad, no tiene culpas escondidas que revelar. Sus pecados han sido examinados y borrados en el juicio; y no puede recordarlos.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 678 (1911).


Sus seguidores [...]. tendrán un profundo sentimiento de sus faltas, y al examinar su vida, verán desvanecerse sus esperanzas. Pero recordando la grandeza de la misericordia de Dios, y su propio arrepentimiento sincero, pedirán el cumplimiento de las promesas hechas por Cristo a los pecadores desamparados y arrepentidos. Su fe no faltará porque sus oraciones no sean contestadas en seguida. Se asirán del poder de Dios, como Jacob se asió del Ángel, y el lenguaje de su alma será: “No te dejaré, si no me bendices”.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 200 (1890).


Los santos no perderán sus vidas


Dios no consentiría que los malvados exterminasen a quienes esperaban la traslación y no se sometían al decreto de la bestia ni recibían su marca. Vi que si a los malvados se les permitiese exterminar a los santos, Satanás se alegraría, con sus malignas huestes y todos cuantos odiaban a Dios. Y ¡oh, qué triunfo fuera para su majestad satánica ejercer en la lucha final potestad sobre los que durante largo tiempo habían esperado contemplar a quien tanto amaban! Los que se burlaron de la idea de la ascensión de los santos presenciarán la solicitud de Dios por su pueblo y contemplarán su gloriosa liberación.—Primeros Escritos, 284 (1858).


El pueblo de Dios no quedará libre de padecimientos; pero aunque perseguido y acongojado, y aunque sufra privaciones y falta de alimento, no será abandonado para perecer.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 687 (1911).


Si la sangre de los fieles siervos de Cristo fuese entonces derramada, no sería ya, como la sangre de los mártires, semilla destinada a dar una cosecha para Dios.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 692 (1911).


Dios proveerá


El Señor me ha mostrado repetidas veces que sería contrario a la Biblia el hacer cualquier provisión para nuestras


necesidades temporales durante el tiempo de angustia. Vi que si los santos guardaran alimentos almacenados o en el campo en el tiempo de angustia, cuando hubiese en la tierra guerra, hambre y pestilencia, manos violentas se los arrebatarían y extraños segarían sus campos.


Será entonces tiempo en que habremos de confiar por completo en Dios, y él nos sostendrá. Vi que nuestro pan y nuestras aguas nos estarán asegurados en aquel tiempo, y no sufriremos escasez ni hambre; porque Dios puede preparar mesa para nosotros en el desierto. Si fuese necesario, mandaría cuervos para que nos alimentasen, como alimentó a Elías, o haría bajar maná del cielo, como lo hizo en favor de los israelitas.—Primeros Escritos, 56 (1851).


Vi que nos espera un tiempo de angustia, cuando una severa necesidad obligará al pueblo de Dios a vivir de pan y agua [...]. En el tiempo de angustia nadie trabajará con sus manos. Sus sufrimientos serán mentales, y Dios les proveerá de alimento.—Manuscrito 2, 1858.


El tiempo de angustia está ante nosotros, y entonces una severa necesidad requerirá que el pueblo de Dios se niegue a sí mismo y coma meramente lo suficiente para sostener la vida, pero Dios nos preparará para ese tiempo. En esa hora terrible nuestra necesidad será la oportunidad de Dios para impartir su poder fortificante y sostener a su pueblo.—Testimonies for the Church 1:206 (1859).


Pan y agua es todo lo que se promete al remanente en el tiempo de angustia.—La Historia de la Redención, 133 (1870).


En el tiempo de angustia que vendrá inmediatamente antes de la venida de Cristo, los justos serán resguardados por el ministerio de los santos ángeles.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 261 (1890).


No intercesor, pero constante comunión con Cristo


Cristo ha hecho propiciación por su pueblo y borrado sus pecados. El número de sus súbditos está completo [...].


Cuando él abandone el santuario, las tinieblas envolverán a las habitantes de la tierra. Durante ese tiempo terrible, los justos deben vivir sin intercesor, a la vista del santo Dios.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 671-672 (1911).


¿Olvidará el Señor a su pueblo en esa hora de prueba? [...]. Aunque los enemigos los arrojen a la cárcel, las paredes de los calabozos no pueden interceptar la comunicación entre sus almas y Cristo. Aquel que conoce todas sus debilidades, que ve todas sus pruebas, está por encima de todos los poderes de la tierra; y acudirán ángeles a sus celdas solitarias, trayéndoles luz y paz del cielo. La prisión se volverá palacio, pues allí moran los que tienen mucha fe, y los lóbregos muros serán alumbrados con luz celestial como cuando Pablo y Silas oraron y alabaron a Dios a medianoche en el calabozo de Filipos.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 684-685 (1911).


Si los hombres tuviesen la visión del cielo, verían compañías de ángeles poderosos en fuerza estacionados en torno de los que han guardado la palabra de la paciencia de Cristo. Con ternura y simpatía, los ángeles han presenciado la angustia de ellos y han escuchado sus oraciones. Aguardan la orden de su jefe para arrancarlos de su peligro [...]. El precioso Salvador nos enviará ayuda en el momento mismo en que la necesitemos.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 688-689, 691 (1911).


Es imposible dar una idea de lo que experimentará el pueblo de Dios que viva en la tierra cuando se combinen la manifestación de la gloria de Dios y la repetición de las persecuciones pasadas. Andará en la luz que emana del trono de Dios. Por medio de los ángeles, las comunicaciones entre el cielo y la tierra serán mantenidas constantes [...].


A través del tiempo de angustia que se avecina—un tiempo de angustia como no lo hubo desde que exista nación—, el pueblo de Dios permanecerá inconmovible. Satanás y su ejército no podrán destruirlo, porque ángeles poderosos lo protegerán.—Joyas de los Testimonios 3:284-286 (1909).


El pueblo de Dios no acaricia deseos pecaminosos


Ahora, mientras que nuestro gran Sumo Sacerdote está haciendo propiciación por nosotros, debemos tratar de llegar a la perfección en Cristo. Nuestro Salvador no pudo ser inducido a ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento. Satanás encuentra en los corazones humanos algún asidero en que


hacerse firme; es tal vez algún deseo pecaminoso que se acaricia, por medio del cual la tentación se fortalece. Pero Cristo declaró al hablar de sí mismo—“Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mi”. Juan 14:30. Satanás no pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la victoria. Cristo guardó los mandamientos de su Padre y no hubo en él ningún pecado de que Satanás pudiese sacar ventaja. Esta es la condición en que deben encontrarse los que han de poder subsistir en el tiempo de angustia.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 680-681 (1911).


Continúa la batalla contra el yo


Mientras reine Satanás, tendremos que dominarnos a nosotros mismos y vencer los pecados que nos rodean; mientras dure la vida, no habrá un momento de descanso, un lugar al cual podamos llegar y decir: Alcancé plenamente el blanco. La santificación es el resultado de la obediencia prestada durante toda la vida.—Los Hechos de los Apóstoles, 448 (1911).


Debe mantenerse una guerra constante contra la mente carnal; y la influencia refinadora de la gracia de Dios debe ayudarnos, la cual atraerá la mente hacia arriba y la habituará a meditar en temas puros y santos.—Testimonies for the Church 2:479 (1870).


Podemos crear un mundo irreal en nuestra mente o imaginar una iglesia ideal, donde las tentaciones de Satanás no nos impulsen más al mal; pero la perfección solo existe en nuestra imaginación.—The Review and Herald, 8 de agosto de 1893.


Cuando los seres humanos reciban la carne santificada, no permanecerán en la tierra, sino que serán llevados al cielo. Si bien es cierto que el pecado es perdonado en esta vida, sus resultados no son ahora suprimidos por completo. Es en ocasión de su venida cuando Cristo “transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya”.—Mensajes Selectos 2:38 (1901).


Los 144.000


Cantan “un cántico nuevo” delante del trono, un cántico que nadie podía aprender sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil. Es el cántico de Moisés y del Cordero, un canto de


liberación. Ninguno sino los ciento cuarenta y cuatro mil pueden aprender aquel cántico, pues es el cántico de su experiencia—una experiencia que ninguna otra compañía ha conocido jamás. Son “estos, los que siguen al Cordero por donde quiera que fuere”. Habiendo sido trasladados de la tierra, de entre los vivos, son contados por “primicias para Dios y para el Cordero”. Apocalipsis 15:2-3;14:1-5. “Estos son los que han venido de grande tribulación”; han pasado por el tiempo de angustia cual nunca ha sido desde que ha habido nación; han sentido la angustia del tiempo de la aflicción de Jacob; han estado sin intercesor durante el derramamiento final de los juicios de Dios.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 707 (1911).


No es su voluntad que entren en controversias por cuestiones que no los ayudarán espiritualmente, tales como: ¿Quiénes han de componer los 144.000? Fuera de duda, esto lo sabrán dentro de poco los que sean elegidos de Dios.—Mensajes Selectos 1:205 (1901).


Liberación del pueblo de Dios


Los rodearán las huestes de Satanás y los hombres perversos, para alegrarse de su suerte, porque no parecerá haber para ellos medio de escapar. Pero en medio de las orgías y el triunfo de aquellos, se oirá el estruendo ensordecedor del trueno más formidable. Los cielos se habrán ennegrecido, y estarán iluminados únicamente por la deslumbrante y terrible gloria del cielo, cuando Dios deje oír su voz desde su santa morada.


Los cimientos de la tierra temblarán; los edificios vacilarán y caerán con espantoso fragor. El mar hervirá como una olla, y toda la tierra será terriblemente conmovida. El cautiverio de los justos se cambiará, y con suave y solemne susurro se dirán unos a otros: “Somos librados; es la voz de Dios”.—Joyas de los Testimonios 1:131-132 (1862).


Cuando los que honran la ley de Dios hayan sido privados de la protección de las leyes humanas, empezará en varios países un movimiento simultáneo para destruirlos. Conforme vaya acercándose él tiempo señalado en el decreto, el pueblo


conspirará para extirpar la secta aborrecida. Se convendrá en dar una noche el golpe decisivo, que reducirá completamente al silencio la voz disidente y reprensora.


El pueblo de Dios—algunos en las celdas de las cárceles, otros escondidos en ignorados escondrijos de bosques y montañas—invocan aún la protección divina, mientras que por todas partes compañías de hombres armados, instigados por legiones de ángeles malos, se disponen a emprender la obra de muerte [...]. Multitudes de hombres perversos, profiriendo gritos de triunfo, burlas e imprecaciones, están a punto de arrojarse sobre su presa, cuando de pronto densas tinieblas, más sombrías que la oscuridad de la noche caen sobre la tierra [...].


Es a medianoche cuando Dios manifiesta su poder para librar a su pueblo [...]. En medio de los cielos conmovidos hay un claro de gloria indescriptible, de donde baja la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, diciendo: “Hecho es”. Apocalipsis 16:17. Esa misma voz sacude los cielos y la tierra [...].


Las más soberbias ciudades de la tierra son arrasadas. Los palacios suntuosos en que los magnates han malgastado sus riquezas en provecho de su gloria personal, caen en ruinas ante su vista. Los muros de las cárceles se parten de arriba abajo, y son libertados los hijos de Dios que habían sido apresados por su fe.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 693-695 (1911).


 

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